martes, 20 de diciembre de 2011

El delta del Llobregat y sus contradicciones

Vista aérea del delta del Llobregat
Gavà, la ciudad donde vivo, forma parte parcialmente del delta del Llobregat, un delta que crea el río Llobregat en su desembocadura en el mar Mediterráneo, al sur de Barcelona. Comparte este territorio con: Castelldefels, Viladecans, Sant Boi, Cornellà, L’Hospitalet, Barcelona y El Prat, que está situada totalmente dentro del delta, concretamente en la desembocadura del río.
El delta tiene una superficie aproximada de 95 a 100 km. cuadrados y una longitud de costa de 23 km, desde El Prat hasta Les Botigues de Sitges, donde el Garraf cierra el delta.
Los sistemas deltaicos constituyen una estructura a la que van a parar los sedimentos del río, además de los aportes marinos. Son territorios muy ricos en flora y fauna. Hoy sabemos que estos ecosistemas son muy valiosos para el medio ambiente y que están estrechamente ligados al nacimiento de la vida en el planeta.
El ecosistema del delta del Llobregat es muy variado y bello. Pero está ubicado en uno de los territorios más poblados de la península, al estar tan cerca de una gran ciudad como Barcelona, ciudad pionera en la industrialización de la península, en los dos últimos siglos. La complejidad que conlleva esta actividad es enorme. Y todo dentro de un territorio demasiado pequeño para compatibilizar tantas actividades, muchas de ellas incompatibles entre sí: zonas naturales protegidas, industrialización, despensa (huertas y pastoreo), grandes infraestructuras y humanización masiva.
Fauna en las lagunas
La industria necesita una numerosa mano de obra. Por lo tanto, precisa de una población que viva cerca de la zona industrializada, infraestructuras para la comunicación y comercialización de los productos fabricados (vías de tren, puerto, aeropuerto y carreteras), viviendas, escuelas, hospitales, etc. para las personas que se asientan en el territorio y que, a su vez, son necesarias para la industrialización y los servicios que complementan esta actividad. Agricultura y ganadería para la alimentación de una población cada vez más numerosa son igualmente imprescindibles. Todo ello produce caos. A veces una se sorprende de que algunas especies de flora y fauna puedan vivir y reproducirse en este caos.
Estas contradicciones me han producido curiosidad. Curiosidad que me ha llevado a buscar información y documentación sobre el desarrollo y transformación de este espacio, sobre todo a partir de los siglos XIX y XX.

Pérdida de las tierras comunales
La primera transformación del delta del Llobregat empieza con la desecación de las lagunas y humedales. Su agricultura está ligada a la desecación de los humedales por parte de los payeses asentados en las poblaciones del delta. La mala situación sanitaria provocada por el agua estancada y las epidemias de malaria, sobre todo la de 1784-1785 que afectó al delta entero, fue creciendo con la desecación de las marinas de Gavà y Castelldefels, aunque muy lentamente.
Parque agrario
En Gavà los payeses eran jornaleros o pequeños arrendatarios de la Baronia d'Eramprunyà. Los permisos de la baronía para desecar la marinas fueron a parar a manos de prohombres de la nueva burguesía barcelonesa, muy a pesar de que estos espacios eran zonas comunales. Con la compra de la baronía por parte de banquero Manuel Girona se inició esta pérdida de derechos por parte de los vecinos de Gavà y Castelldefels. No quedó nada del uso comunal que tenían desde tiempos inmemoriales sobre las pinedas de la costa y algunos bosques del Eramprunyà, que fueron privatizados progresivamente. La ley Cambó sobre desecación de humedales de 1918 en su etapa de ministro de fomento y la propiedad de la baronía por parte de Manuel Girona han llevado a que los terrenos de las marinas de Gavà pasaran a ser propiedad de Francesc Cambó y Manuel Girona.

La llegada de la industrialización
La puesta en marcha de la línea de tren de Barcelona a Vilanova i la Geltrú, la instalación de centrales eléctricas, el descubrimiento de la bolsa de aguas freáticas, la construcción de pozos artesianos y la proximidad con Barcelona fueron las circunstancias que atrajeron la industria hasta Sants, El Prat y Gavà, sobre todo al principio. Roca Radiadores, la Papelera, la Seda… se instalaron en un espacio llano con agua fácil de conseguir y desechar, cerca de Barcelona y con el nuevo ferrocarril en El Prat y Gavà. Todas estas condiciones tan favorables a la industrialización han supuesto la muerte lenta de los espacios naturales y zonas agrícolas.
Dunas y mar
Una industrialización con pocas normas o ninguna para proteger el medio ambiente hicieron dura la vida para las personas y demás seres vivos del delta del Llobregat. Las personas que trabajaban tenían más medios materiales para vivir, pero a la vez emergía un medio ambiente muy deteriorado por los productos usados y desechados en la fabricación de manufacturas (textiles, papel, pinturas, automoción, etc.). Así aparecieron nuevas enfermedades que han acortado la vida de mucha gente de la clase trabajadora, sobre todo enfermedades pulmonares y alergias (silicosis, asma...).
A partir de la crisis económica de los setenta, la industria ha ido desapareciendo. Barcelona y su área de influencia se han convertido en zona de servicios, y el delta ha continuado llenándose de nuevas infraestructuras o por la ampliación de otras. En la mayoría de casos, se trata de instalaciones molestas para las personas que vivimos en él. Ampliación del puerto, desvío del río, tercera pista del aeropuerto, carreteras, autopistas, trenes de largo recorrido, tren de alta velocidad (AVE), aumento de zonas urbanizadas, parque agrícola, protección de las zonas húmedas... Tanta actividad no ha repercutido demasiado en la mejoría económica y cultural de la población. Igual que la desecación del delta no repercutió directamente en los vecinos y vecinas. Hoy la población de este territorio sigue teniendo (a pesar de las mejoras) una de las rentas per cápita más bajas de Catalunya y uno de los porcentajes más bajos de formación universitaria...
Hay vida
A pesar de tantos elementos contradictorios entre sí, el desarrollo de la vida sigue siendo posible en este ecosistema caótico. Se puede disfrutar de verduras y hortalizas recién cogidas, de paseos en bici por los caminos agrícolas de la plana, de la observación de múltiples variedades de aves, sobre todo en primavera y otoño. Y el mar, con un clima no muy duro en invierno y veranos calurosos, nos permite vivir y disfrutar mucho tiempo al aire libre. Las vistas del delta desde la montaña de L'Eramprunyà o la vista del Garraf desde la plana son de una gran belleza, sobre todo al atardecer.

Yoya

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